Delegar para crecer: el reto más difícil que he tenido como emprendedor

Cuando empecé mi camino como emprendedor, jamás pensé que uno de los retos más grandes no sería conseguir clientes, ni pagar las nóminas a final de mes, ni pelear con Hacienda o los bancos. El verdadero reto, el más duro, ha sido soltar el control. Delegar.
La trampa del “yo lo hago mejor que nadie”
Durante mucho tiempo viví atrapado en esa frase que nos repetimos los que emprendemos: “nadie lo hará como yo”. Y es cierto, nadie lo hará exactamente igual. Pero eso no significa que lo hagan mal. Significa que lo harán distinto, con su propio estilo, su propio ritmo y, a veces, con resultados incluso mejores a los que yo esperaba.
El problema es que como emprendedor uno se convierte en un hombre orquesta: haces de todo, decides todo, revisas todo. Y claro, eso funciona cuando empiezas, pero cuando tu empresa crece, esa mentalidad se convierte en una prisión.
Delegar no es rendirse, es apostar por crecer
Lo confieso: me costó mucho dar el paso. Sentía que si no estaba encima de cada detalle, algo iba a fallar. Que si no aprobaba cada presupuesto, el cliente no estaría contento. Que si no revisaba cada obra, algo se pasaría por alto.
Pero llega un momento en que la realidad te pasa por encima. O delegas, o te estancas. O delegas, o tu negocio deja de crecer porque tú mismo te conviertes en el cuello de botella.
La primera vez que delegué una responsabilidad importante fue como saltar al vacío sin paracaídas. Me costó dormir esa noche, pensando: “¿Lo habrán hecho bien? ¿Habrán hablado con el cliente como yo lo haría? ¿Se habrán equivocado en el presupuesto?”.
Y sí, hubo errores. Pero también hubo aprendizajes. Porque delegar no es un acto perfecto, es un proceso.
Lo que uno siente al ceder el control
Delegar es como entregar las llaves de tu casa a alguien más. Es abrir la puerta y decir: “entra, hazlo a tu manera”. Da miedo, porque tu empresa es tu proyecto de vida, tu esfuerzo, tus desvelos. Y confiarlo a otros es exponerte a que no salga como lo imaginaste.
He sentido frustración cuando las cosas no salían como yo esperaba. He sentido alivio cuando salían mejor de lo que yo habría logrado. He sentido miedo, orgullo, rabia y esperanza. Todo mezclado.
Pero cada una de esas emociones me ha enseñado algo: que no se trata de soltar el control por soltarlo, sino de formar, de transmitir, de confiar y de corregir cuando toque.
Un consejo que me marcó
Hace poco, tuve la oportunidad de contar mi situación en El Show de Romu, un espacio donde Romuald Fons ayuda a emprendedores a hacer crecer sus negocios. Le expliqué mis dudas, mis miedos y lo que quería construir a futuro.
“Empieza a buscar ya a esa persona que pueda convertirse en tu encargado general”.
En ese momento lo sentí como un empujón, como una bofetada de realidad. Y lo tomé en serio.
Hoy, apenas 30 días después de aquella conversación, puedo decir que he dado ese paso: he encontrado a esa persona y ya la he contratado.
Y si hago honor a la verdad, siento ese vértigo natural, ese miedo a lo desconocido, a no saber si he dado bien el paso o no. Lo afronto con entusiasmo e ilusión, pero también con un poco de cague, la verdad jajajaja. Supongo que es parte del proceso. Lo que sí tengo claro es que seguiré compartiendo cómo evoluciona esta decisión, porque creo que de este tipo de experiencias también aprendemos todos.
Delegar a tiempo o quedarse atrapado
Hoy entiendo que hay una diferencia enorme entre delegar a tiempo y no hacerlo.
- Si delegas tarde, corres el riesgo de ahogarte en el día a día, de perder energía, de dejar escapar oportunidades de crecimiento porque tu tiempo no alcanza.
- Si delegas a tiempo, creas espacio para pensar en lo estratégico, en abrir nuevas áreas de negocio, en mejorar procesos, en innovar.
Yo estoy justo en ese punto. Con varias áreas de negocio en marcha, con proyectos que crecen, con clientes que exigen más. Y la única manera de responder a todo eso sin quebrarme por dentro es confiar en mi equipo.
El verdadero papel del emprendedor
He descubierto que mi papel ya no es estar en cada detalle, sino asegurarme de que existen personas capaces de tomar esas decisiones. Mi rol es darles visión, rumbo, valores claros. Y, sobre todo, apoyarlos cuando se equivoquen, porque yo también me equivoqué muchas veces.
El día que entendí que delegar no me quitaba valor, sino que me daba libertad, fue cuando realmente empecé a crecer. Porque el éxito de un emprendedor no está en hacerlo todo, sino en saber rodearse de gente que sume.
Un cierre personal
Delegar no es fácil. Para mí ha sido un proceso doloroso y liberador a la vez. Es soltar una parte de lo que amas para que pueda crecer más allá de ti.
Y hoy te pregunto a ti, que también emprendes:
¿Estás delegando lo suficiente o sigues atrapado en la idea de que nadie lo hará como tú?
Porque quizá la diferencia entre triunfar y quedarte en el camino no sea tu talento, sino tu capacidad de confiar.

Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.